yo domo caballos
Cabalgué rumbo al océano
y el agua se veía como oro opaco;
cabalgué sobre un caballo domado
que me dijo nunca haberse sentido tan vieja...
me preguntó si quería alimentarla
y cabalgarla por siempre.
No, no, no, no, no, no.
Yo domo caballos y no los cuido;
yo domo caballos:
se acercan a mí para que los dome,
corren hacía mí
y no me dejan ir…
Unas cuantas palabras apropiadas
y sus almas errantes se pierden.
Al principio su calor
se sentía bien entre mis piernas:
carne viva, respirando y palpitando;
mas la temperatura bajó pronto:
se convirtió en rasguño
y en cuchillada.
Yo domo caballos, y no los cuido.
Esta noche nadaré a mi isla favorita,
y no quiero verte nadar tras de mí…
No, yo domo caballos.
Y no los cuido.
jueves, 19 de febrero de 2009
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