Tengo en mis manos
un hambre...
E intento ensañarme
con tu cuerpo,
pero yo no creo en esto.
No creo en ti.
No creo en mí.
La tristeza vino a mí.
Tus ojos están ebrios,
¿por qué no los cierras?
¿Te gustó que imaginara
que lo hicieras?
La tristeza vino a mí.
Veintisiete años pasaron,
y todavía tengo esa hambre.
domingo, 21 de agosto de 2011
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