Tomé la llamada, hice las maletas,
viajé en tren hasta el punto de encuentro.
Me iba diciendo: no hay otro camino
más que el que trazaste tú mismo.
Ahora mi corazón está en llamas...
y tu vida se acaba.
Tengo un charco de sangre
en este cuarto de baño.
El espejo está quebrado
y en la puerta hay una grieta.
Hay una ventana rota
por la que voy a arrastrarme
para cambiar al fin mi vida...
y no saber más de ti.
Bueno o malo, santa o ramera.
De la mítica audiencia ya no me acuerdo.
Tu nombre estaba escrito en el Libro Mayor,
doblemente tachado.
Eras una asignatura pendiente...
¡que Jesucristo me asista!
Pero ahora tengo preguntas más grandes
acerca del Dios de allá arriba
y del Diablo aquí abajo,
acerca de la forma en la que amamos,
acerca de los que gobiernan en la cima
y de la gente que aún no llega...
Y aún no sé qué es lo que estoy buscando...
Sólo una cosa es segura: eso no eres tú.
viernes, 28 de febrero de 2014
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