En una casa de convalecencia junto al mar,
tomé Su nombre en vano durante clases de piano.
Tres monjas como sombras llegaron y me arrastraron
escaleras arriba, y luego me golpearon
con mi libro de plegarias, dejándome moretones.
Cerré los ojos hasta que se fueron
y me quedé dormido con los audífonos puestos.
Me quedé dormido con los audífonos puestos.
Soñé con poesía y desperté en el suelo...
Fuiste nuestro Santo Patrón y aun así nos culpan
por rezar únicamente para ser famosos.
¿Vale la pena morir por nada?
miércoles, 21 de febrero de 2018
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