En el vacío de esta mañana de plata,
tiemblo y me hago viejo, respirando
aceite del paraíso que se quemó por casi diez años;
demasiado grande para poder soportarlo.
Ella ya no se levanta cuando entro al cuarto,
ni tampoco corre más por los campos.
Incendié la cocina,
puse su cama a freir,
caminé por el cementerio...
Pero ella no quiso ir.
A ella no le importan los asesinatos de los cuervos,
aunque todas las víctimas parecían estar lejos.
Ella ya no se levanta cuando entro al cuarto,
ni tampoco corre más por los campos.
miércoles, 6 de junio de 2012
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