Toqué a tu puerta en la madrugada
con una chispa en el corazón.
Te saqué a rastras de la cama
y te dije: "Déjame ver los potros.
Déjame ver los potros
que correrán el próximo año.
Muéstraselos a un apostador
que se preocupa por el futuro".
"¿Has estado bebiendo?"
"No, pero tampoco durmiendo.
El ojo que todo lo ve y todo lo sabe
está muerto de cansancio,
pero sólo quiere ver los potros".
Caminamos a través de las zarzas
moteadas por el rocío
y nos sentamos sobre la barda.
¿Hay algo más tranquilo
que unos caballos dormidos?
martes, 4 de agosto de 2015
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