Soy un hombre torcido
que ha caminado una milla torcida.
La noche, esa viuda desvergonzada,
mudó sus malezas en una pila.
Las estrellas me hicieron un guiño,
hicieron que se avergonzara un niño.
Tu funeral, mi juicio.
Un millar de Marías me atrajeron
a húmedos barrancos de tréboles.
Un pájaro de alas torcidas se abalanzaba,
su maligna sombra sobrevolaba.
La luna de utilería se burlaba,
y las estrellas de baratija sonrieron.
Tu funeral, mi juicio.
Aquí estoy, pequeño cordero.
Deja que todas las campanas
en este lupanar resuenen.
Todas las torcidas putas
que ella era, traficantes de dolor,
vieron la luna,
se convirtieron en un colmillo.
Tu funeral, mi juicio.
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