La vida es plena,
la vida es gris,
en el caso más favorable
la vida es sólo aceptable.
Pero me alegra
poder decir
que la vida
también es corta...
Así que estoy de vuelta en California,
donde soy un aborigen para los turistas,
esos alegres epicureístas:
espectros malignos de mi propia
educación suburbana.
Cuando encuentro intereses compartidos,
puedo charlar gratamente,
pero es difícil aparentar ser alegre
cuando te sientes tan desesperada
y no hay razón para este ánimo sombrío.
Pasará, regresará, ¿pero aprenderé algún día?
Y los hijos del privilegio que me piden limosna,
¿necesitan de mi ayuda para proveerse
de sus intoxicantes o debería
mejor darles una buena patada?
Me voy hundiendo lentamente
en el mar ambivalente
de California.
domingo, 21 de diciembre de 2014
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