Cada cabello de tu cabeza está contado:
vales cientos de gorriones.
El árbol que plantaste se volvió fecundo,
con tantos colibríes kamikazes.
Alas de cientos de latidos por segundo,
de personas cuyas alas no se distinguen,
con miedo de que nuestros ojos sean atravesados
por sus pequeños picos afilados...
De veras lo lamento:
mi espíritu rara vez está en mi cuerpo;
se la pasa vagando por el desierto,
buscando un buen lugar para conciliar el sueño;
tu cabeza sobre mi tórax, por ejemplo,
o sintiendo la almohada de tu pecho...
Vales cientos de gorriones.
lunes, 28 de mayo de 2012
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