Ella me envía tristes cartas de San Valentín desde Filadelfia,
para conmemorar el aniversario de alguien que antes era yo.
Y siento como si tuviera una orden de arresto en mi contra,
siempre huyendo y vigilando por mi espejo retrovisor.
Es por eso que cambié mi nombre...
Nunca pensé que me encontrarías aquí,
para enviarme estas tristes cartas de San Valentín
que son como sueños recordados a medias,
o como llevar adentro del zapato una piedra
mientras camino por las calles.
Y el fantasma de tu recuerdo
es el cardo que espina mis besos,
es el ladrón que estrangula las rosas
y el tatuaje de una promesa perdida
que trato de ocultar bajo la manga de mi camisa...
Pero cada vez que volteo ahí estás tú de nuevo,
para enviarme tristes tarjetas de San Valentín,
y aunque yo trato de seguir adelante
todos insisten en que nuestro amor merece una elegía.
¿Por qué guardo estas cartas dementes
en mi mesita de noche?
Sólo para llevarlas todo el día
acosándome sobre los hombros.
Sería más afortunado si fuera a todos lados
solamente con este corazón ciego y destrozado
que duerme debajo de mi solapa,
en vez de con estas tristes tarjetas de San Valentín
que me recuerdan mi imperdonable pecado.
Y nunca podré lavar mi culpa
ni podré borrar la sangre de mis manos.
Y hace falta un montón de whiskey
para hacer que se vayan todas las pesadillas.
Y corto mi corazón cada noche,
y muero un poco más cada 14 de febrero,
recordando la promesa que hice de escribirte
estas tristes, tristes cartas de San Valentín...
martes, 18 de febrero de 2014
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