Las llamas siguieron a Juana de Arco mientras ella cabalgaba en la oscuridad.
En su armadura
no brillaba ninguna luna;
ningún hombre la hacía avanzar
a través de la noche humeante.
"Estoy cansada de la guerra", dijo,
"quiero el trabajo que tenía antes...
y un vestido de novia, o algo blanco
para cubrir mi hinchado apetito".
"Me alegra escucharte hablar así.
Sabes que te he visto cabalgar cada día.
Algo dentro de mí anhela conseguir
el amor de tan fría y solitaria heroína."
"¿Y tú quién eres?",
preguntó ella con severidad
a quien estaba debajo del humo.
"¿Por qué preguntas? Yo soy el fuego",
contestó aquel, "y amo tu soledad,
amo tu orgullo..."
"Si es así, fuego,
entonces enfría tu cuerpo,
y yo te daré el mío para que lo sostengas".
Y al decir esto, ella ascendió al interior,
para ser su única y fiel esposa.
En lo profundo de su ardiente corazón,
él se llevó de Juana de Arco su materia;
y por encima de los invitados a la boda,
colgó las cenizas de su vestido de novia...
En lo profundo de su ardiente corazón,
se llevó de Juana de Arco su materia;
y ella claramente comprendió
que si él era fuego, ella debía ser madera...
La vi llorar, la vi haciendo muecas:
vi la Gloria brillar en su semblante.
Yo mismo anhelo también la luz y el amor...
¿Pero debe ser tan cruel, tan rutilante?