estoy perdiendo el control.
No puedo seguir de esta manera.
Cada vez que me doy la vuelta,
pierdo otro juego a ciegas.
Me sostiene la idea de perfección.
De pronto, te veo cambiar.
Y lo mismo ocurre
con todo al mismo tiempo;
pero la montaña nunca se mueve.
Viólame como a un niño
bautizado con sangre,
pintado igual que un santo desconocido.
Ya no queda otra cosa más que esperanza.
Tu voz está muerta, vieja y siempre vacía.
Confía en mí durante estos años finales.
Los momentos perfectos aguardan;
si tan sólo pudiéramos quedarnos...
Por favor, di las palabras correctas,
o llora como el payaso blanco de piedra.
Y permanece de pie eternamente,
perdido por siempre entre una multitud feliz.
Nadie levanta la mano.
Nadie levanta los ojos.
Justificada con palabras vacías,
la fiesta se pone cada vez mejor.
Me fui solo,
sin otra cosa más que
fe.
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