estábamos destazando un bebé
con el cuchillo de asta cornada
de mi abuela, reliquia de la familia.
Estábamos todos bajo el gran candelabro,
después de haber compartido la cena
de un día de fiesta; quien sostenía
el cuchillo era tu padre...
Sí, por eso te supliqué
que no me hicieras decírtelo.
Te pedí que lo olvidaras.
Te lo dije, te dije que no querrías saber
lo que ocurría en mi horrible sueño.
Era como observar por el marco de un imagen,
como un cuadro que te calentaba el corazón,
como una pintura de Norman Rockwell,
hasta que hice un acercamiento...
Por eso hacía ruidos mientras dormía.
Pero tú no me creíste cuando te dije
que no estaba con una chica en mi sueño.
El pez gato se retorcía en sangre
dentro del fregadero de la cocina...
Sí, te lo dije, te lo dije.
Ahora, cariño, prométeme
que no cantarás esta triste canción,
este augurio sombrío.
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