Arrópame, dulce enfermera,
y no dejes que me incendie.
Debo volver al bosque, queridas mujeres,
debo volver al bosque.
El elevador sangriento
subió con la primera taza
de té de la mañana.
¿Cuándo se volvió espacio el cielo?
¿Y cuándo el aire se transformó en viento?
Todas las cosas que en verdad necesito
son agua, una pistola y conejitos...
Déjame descansar mi mejilla hirviente
sobre tu dulce y cálido vientre.
El elevador lleno de sangre
se dirige ahora al teatro brillante.
Vamos, muchachos:
dejen a mis pulmones dar una probada
a la basura limpia y el musgo en mi espalda.
martes, 25 de junio de 2013
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