son los feos y pequeños
hermanos gemelos
del Amor.
Al Amor dejé entrar.
La puerta
sólo se abrió
por una rendija,
pero el Amor resultó
astuto e insistente.
Toda mi vida
pasó enfrente
de mis ojos:
era un horror
para la vista;
una cadena perpetua
barriendo confeti en el fondo
de un agujero de concreto.
Al Amor dejé entrar.
He estado
atado y amordazado;
he sido atormentado,
castrado y lobotomizado,
pero nunca mi tortura
vino en un disfraz
de tal astucia.
Al Amor dejé entrar.
Oh Dios mío,
dime qué he hecho,
no me dejes en soledad...
¿Dónde están mis amigos?
Mis amigos se han ido.
Así que ya sabes, carnal,
si escuchas que alguien toca tu puerta
y el aire parece lleno de promesas,
ya conoces mi advertencia:
es mucho peor
ser el amante del Amor,
que alguien a quien el Amor desprecia.
Al Amor dejé entrar.
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