viernes, 8 de mayo de 2015

Hallelujah- Nick Cave & The Bad Seeds

El primer día de mayo tomé la carretera.
Casi toda la mañana observé por la ventana;
vi el cristal arañado por la tormenta
y un viento furioso que fuertemente soplaba. 
Debí haberlo tomado como una advertencia. 

Ese fin de semana 
se lo dejé libre a mi enfermera.
Mis comidas estaban mal preparadas.
Mi máquina de escribir estaba más muda
que si fuera una tumba.  
Y mi piano, agazapado
en un rincón del cuarto, 
con todos sus dientes al descubierto. 

Aleluya. 

Salí de casa sin abrigo
(mi enfermera no lo hubiera permitido), 
y manejé por los poblados vecinos. 
Pasé junto a una vaca de color marrón, 
mis pijamas me aferraban como un sudario. 

Apareció ante mí una pequeña casa, 
con sueños y esperanzas dentro de ella. 
Y una voz de mujer me dijo con un susurro:
"¿Por qué no vienes aquí?
Pareces empapado en sudor".

Aleluya. 

Miré a la mujer, era una joven muchacha. 
Le extendí un cordial saludo;
pero sabía que si mi enfermera hubiera estado ahí, 
ni en mil años me habría dejado aceptar esa invitación.

Se podría pensar que es sabio arriesgarlo todo, 
abandonar la precaución a un viento imprudente. 
Pero la única que puede salvarme es mi enfermera, 
con sus medicamentos y chocolates calientes. 
Así que regresé a casa cantando mi canción...

Aleluya. 
Las lágrimas brotan de mis ojos nuevamente. 
Aleluya.
Necesitaría veinte cubetas para recogerlas. 
Aleluya. 
Y veinte hermosas muchachas para vaciarlas.
Aleluya. 
Y veinte agujeros profundos para enterrarlas.

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