No tenía otro cuchillo
más que a mí mismo.
Fui yo quien me corté,
pero tú sangraste también.
¿Cómo pude haber ayudado
a esa encantadora belleza,
si no fui capaz siquiera
de bajar el arma?
Y no conozco tu nombre,
dulce nena Jane.
Lo encontrarás inconcebible.
Te dejé en el hospital
sin un harapo para vestirte,
porque los doctores
habían cortado la ropa
directamente de tu espalda.
Y adivina lo poco que me importaba
el quién, el qué, el cuándo o el cómo;
el Cielo es testigo...
Yo quemé tu ropa.
Eso fue todo,
no quedan caminos por recorrer.
Me derramé hasta no tener ninguno.
Cultivé espinas sobre tu camino,
y desgarraron no tus pies
sino tu corazón.
Y aún no conozco tu nombre,
dulce nena Jane.
Lo encontrarás inconcebible.
Te dejé en el hospital
sin un harapo para vestirte,
porque los doctores
habían cortado la ropa
directamente de tu espalda.
Y adivina lo poco que me importaba
el quién, el qué, el cuándo o el cómo;
el Cielo es testigo...
Yo quemé tu ropa.
Aullé afuera de tu puerta.
Yo fui el lobo, pero no regresaré.
La vida es negra, y atraviesa
un corazón que está maldito.
Perdí lo mejor,
¿pero podría perder lo peor?
Pronto conoceré tu nombre,
dulce nena Jane.
Lo encontrarás inconcebible.
Te dejé en el hospital
sin un harapo para vestirte,
porque los doctores
habían cortado la ropa
directamente de tu espalda.
Y adivina lo poco que me importaba
el quién, el qué, el cuándo o el cómo;
el Cielo es testigo...
Yo quemé tu ropa.
Yo quemé tu ropa.
Yo quemé tu ropa...
Conozco tu nombre,
dulce nena Jane.
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