y a tu libelo para ser aplastado.
Más vale que dejes de sentarte en casa
a ver cómo gira el excusado.
Me gusta sentarme a mirarla.
Me gusta mucho hacerlo.
Ponerme de pie y actuar con misterio,
y ver cómo ella se pone colorada.
Sé que soy un sujeto raro,
ella nunca podría tomarme en serio.
Siempre se interpone entre nosotros
ese chango de color verdoso.
A veces pienso en abrazarla,
pero la pintura se vuelve borrosa.
En mi pared veo bailar sombras,
los pensamientos vuelan como aves.
Ruego a Dios poder tocarla,
de alguna forma hacerla comprender
que el hombre que quiero ser
es el que quiero que de mí haga.
Pero ella luce tan distante,
desvía la mirada,
se va y yo no se bien por qué.
Nada tiene mucho sentido,
no puedo apreciar el cielo.
Así que me voy solo a casa,
igual que un lobo sin su presa.
No tengo dónde poner mi amor,
como volver sin bolsa de la tienda.
Tal vez un día cuando ella sea gorda,
se ponga a pensar en lo que se perdió.
Lamentará no poderme hacerme volver.
Se sentirá peor que una fosa.
Y se sentará sola en su apartamento,
pensando en lo que podría haber tenido,
en su hombre que llegó y se habrá ido.
en su hombre que llegó y se habrá ido.
Tal vez piense en mí en ese momento.
y a tu libelo para ser aplastado.
Más vale que dejes de sentarte en casa
a ver cómo gira el excusado.
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