Una tigresa de uñas negras
e íris del color de la miel:
una mujer, una belleza
que me ha acontecido.
Frotando la piel de oro marrón
de su cuerpo contra el mío,
me dijo que lo malo es bueno
y que lo bueno es cruel.
Mientras el cabello de esa diosa
temblaba con el viento ateo,
ella me contó -eso quiero creer-
cada una de sus vivencias.
Me dijo que le gustaba la política
cuando corría el año de 1966,
pero que ahora bailaba
en la Frenetic Dancing Days.
Me dijo que era actriz
y que había trabajado en Hair.
Con algunos hombres fue feliz,
con otros fue mujer.
Que tenía mucho odio en el corazón,
pero que también le habían dado mucho amor,
y que ella misma había propagado
mucho placer y mucho dolor.
Pero al mismo tiempo
me dijo que todo iba a cambiar,
porque al fin sería lo que siempre quiso ser,
que inventará un lugar
donde la naturaleza y la gente
vivan siempre en comunión.
Y que una tigresa es más fuerte que un león.
Las garras de la felina marcaron mi corazón,
pero las niñerías absurdas que decía no.
Y me encontré con la guitarra en un lamento,
porque la mañana había nacido azul.
¡Qué bueno es poder tocar un instrumento!
sábado, 3 de septiembre de 2016
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