Mi mano tiene su propio cerebro:
ha ido a lugares donde yo nunca he estado.
A veces siento que conoce lugares cálidos,
sitios adonde yo jamás podría ir.
Pero entonces, de nuevo,
mi mano no es mi amiga;
actúa como si fuera la jefa del lugar,
y cada vez que yo me duermo
ella no permanece dormida.
Siempre tiene un lugar adónde ir.
Tu mano tiene su propia manera de vagar,
se le ha visto deambulando por toda la ciudad.
Aquí y allá, se le ve esperar paciente
a que alguien la encuentre.
Pero entonces, de nuevo,
tu mano no es tu amiga.
Tiene distintas ideas
a las que tú piensas;
no quiere saber nada
de las cosas que tú firmas.
Pero entonces, de nuevo,
nuestras manos no son nuestras amigas.
Ellas viven sus propias vidas,
ya no les hacemos falta.
Entonces podemos desear sin mirar,
hablar sin escuchar...
sin necesidad de existir.
miércoles, 15 de julio de 2015
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