Caminando entre peligros,
llegué adonde me encuentro,
con un peso en el corazón
y en el puño mi sombrero.
El más tonto y grande pecador
que Dios haya conocido.
Vine buscando a Jesucristo,
esperando su comprensión.
Si le entrego mi alma,
¿limpiaría la ropa que llevo puesta?
Si le entrego mi alma,
¿pondría en mis pies botas nuevas?
Si inclino mi cabeza
y ruego por su clemencia,
¿soplaría vida dentro de ella
y me traería a mi amor de vuelta?
En una ocasión tuve una mujer
amable y amorosa conmigo,
ella y yo tuvimos un hijo
que creció y se hizo grande.
Yo tenía un trabajo estable,
hasta que comencé a beber
y a estar siempre viajando
para tocar música con la banda del Diablo.
Y los años volaron,
como águilas en un torrente;
todos los sueños y planes
en el viento se esfumaron.
Pero la vida es solitaria, cuando pierdes
todo aquello que más quieres.
Si Jesucristo y yo hiciéramos las paces,
¿podrían acaso ellos perdonarme?
Si entrego mi alma,
¿dejarían de temblar mis manos?
Si entrego mi alma,
¿volvería a quererme mi hijo?
Si entrego mi alma,
y ella sabe que es verdad lo que digo,
si entregara mi alma a Jesucristo,
¿volvería ella a aceptarme a su lado?
Si le entrego mi alma,
¿limpiaría la ropa que llevo puesta?
Si le entrego mi alma,
¿pondría en mis pies botas nuevas?
Si inclino mi cabeza
y ruego por su clemencia,
¿soplaría vida dentro de ella
y me traería a mi amor de vuelta?
lunes, 31 de marzo de 2014
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