Te levanta la imitación,
igual que un hábito
escrito en el brillo estático
de la televisión.
Entrega al hombre tu basurero.
Dale a las personas
algo que ellos comprendan:
un buen compañero
con una sonrisa
de líneas definidas;
un vendedor de mierda
a pagos diferidos,
para los idiotas
que buscan un estilo;
un millonario con ropas
de pordiosero;
los abonos eternos
de tu dosis diaria.
Y al final explotas
cuando dices las cosas.
Tu mundo no es más ancho
que el odio que sientes por el registro
de su pequeña realidad,
tan aburrida como una droga
que se toma con regularidad.
La risa del atleta, la muleta rota.
El primer amor de verdad
que se rompe al menor contacto,
y colisiona como un viejo hotel.
La gente se mueve entre los escombros,
buscando algo que se pueda revender.
Felices fiestas, dijo el salvador enfermo;
el amante ausente que todavía favorezco.
No tomaré tus medicamentos,
no necesito un remedio
para que sea todo lo que tengo que ser.
No necesito a nadie, puedo hacerlo yo mismo.
Estar juntos es nuestro destino.
Y ahora soy un poli que dirige el tráfico:
mantengo todas cosas en movimiento,
todas las cosas en estático.
Soy un autoestopista que reconocerás
mientras pasas de camino
hacia algo eterno.
Mientras pueda, será mejor venderlo.
domingo, 1 de junio de 2014
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