Bésame,
vuelve a besarme
y bésame de nuevo.
Desliza tus manos frías debajo de mi camisa,
porque a este inútil y viejo hijo de puta
de parpadeante coño
no le importa si resulta herido.
Ojos verdes, ojos verdes...
Si fuera por cuestión de fe,
si esto se midiera por oraciones y plegarias,
entonces ella se materializaría de inmediato,
toda en carne y hueso,
pero no es así, y no me importa.
Ojos verdes, ojos verdes...
Así que abrázame
y vuelve a abrazarme,
no me digas tu nombre.
La mañana será más sabia
de lo que es esta noche.
Luego déjame con mis sueños enemigos,
y vete tranquila y sin hacer ruido, señorita.
Ojos verdes, ojos verdes...
miércoles, 25 de mayo de 2016
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