"¿Te sientes bien? -me preguntó la anciana-.
Acaban de dispararte en la cabeza
y tengo tus sesos en mis manos".
De modo que me emborraché en las sombras
de un cielo nocturno, sin poder ver nada.
Las estrellas tienen un brillo especial;
la nieve parece ser muy vieja.
Y la frágil forma está a la deriva,
más allá del dominio del Orco.
Es el momento para preguntar a la montaña
por qué vuelan los cerdos...
Nada en absoluto.
¡Alabado seas!
Nada desaparece en verdad.
viernes, 5 de febrero de 2016
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