miércoles, 14 de agosto de 2019

Back when I was 4- Jeffrey Lewis

Cuando tenía 4 años 
me sabía el nombre de cada dinosaurio
y leía mis historietas de ROM, Caballero del Espacio.
Mi niñera decía que era muy listo. 
Pero cuando se apagaban las luces todo era distinto.
La música de la radio me hacía sentir extraño.
Y tuve un mal sueño acerca de un gorila en un baño.

Cuando tenía 6 años 
me tomaba algunas cosas muy en serio, 
y pensaba que cada canción que sonaba en la radio 
se refería a extraños actos sexuales,
porque todos pensaban que yo no estaba enterado.
Ser pequeño es complicado y nadie te explica nada.

Cuando tenía 8 años 
me gustaba sentarme afuera, sobre una vieja caja de leche, 
y miraba el mundo desde el pórtico cruzando la calle, 
y los radios de transistores, y el concreto caliente,
y cada Halloween colgaban un millón de esqueletos de goma 
por toda la calle novena.

Cuando tenía 12 años o algo así, 
juro que nunca estuve tan deprimido. 
Todos menos yo se daban besos y comían galletas. 
Mi cerebro no lo podía soportar, 
tiré mi vida al bote de basura. 
Me sentía muy raro:
tenía que desaparecer 
en un enfermo llanto suicida.  

A los 15 años drogarme me hacía sentir bien, 
y me devolvía a los tiempos de mi niñez. 
Y nada importaba para mí aparte de eso.

Pero entonces los 16 fueron como un eclipse.
Mi cerebro se convirtió en un apocalipsis.
Estaba perdido y comprendí que nunca sería el mismo.

Cuando tenía 22 renuncié a lo que sabía 
y lo dejé todo en busca de fama y fortuna.
Toqué como si no supiera cómo hacerlo, 
sorprendí al mundo, cautivé a la multitud, 
pero merecía más de lo que me dieron.

Cuando tenía 27 años 
aún nada había sido perdonado. 
La arcilla se convierte en roca 
y la roca simplemente se asienta. 
Sentado en una playa llena de gente, 
fingiría ser una sanguijuela 
y me quedaría pegado a las cosas, 
aquí y allá, solamente por un rato.

Cuando tenía 31, 
sabía que me convertiría 
en lo que tuviera que convertirme.
Nada quedaba por revelar.
No había lugar al cual escapar.
Sorprendido y marchito, 
tonto y amargado, 
necesitado de una niñera, 
de buen agrado dejaría caer mi mano 
y simplemente quemarme. 

Cuando alcancé el temido cuarto piso, 
me di cuenta lo mucho que aún me faltaba. 
Comencé a pensar que no quería estar siempre solo, 
así que saqué la cabeza de la ventana
y me enseñé a enamorarme con rapidez.
Empecé a hablar sobre pintura
con una mujer en la lavandería.

Cuando tenía 50 años
y mi primera esposa acababa de dejarme, 
me sentía bien, y solía cantarle a mi hija 
pequeñas canciones divertidas.
Y justo cuando pensaba que lo mejor había pasado, 
me enamoré de verdad finalmente,  
y ni siquiera me molestó que hubiera tardado tanto.

Cuando tenía 63 el público me redescubrió, 
Mis cómics y álbumes se habían convertido
en raros objetos de coleccionistas de culto.
Mis dos padres habían fallecido, 
así que no vieron el relanzamiento de mis discos.
Y por primera vez en mi vida tuve un perro.

Cuando tenía 74 mi perro murió 
y me conseguí dos más. 
Me sentía muy bien con mi hija
y también con mi novia.
Y cantaba, y dibujaba un poco, 
pero sobre todo me despertaba temprano 
y me sentaba a jugar con los cachorros 
mientras deseaba que pudiera vivir por siempre.

Cuando tenía 87 mi nieto acababa de cumplir 11.
Mi mujer había muerto y mis perros se estaban poniendo viejos.
Mi cuerpo no funcionaba como debiera, 
pero en general las cosas estaban bastante bien.
Recibía buenas regalías de los cómics y los discos reeditados. 

Cuando tenía 106, mi único amigo era un pez dorado. 
Todos los que conocía estaban muertos y enterrados. 
El pez dorado nunca tuvo un nombre.
Los vecinos pensaban que yo estaba loco.
Y lo tiré por el inodoro cuando lo vi flotando boca abajo.

Cuando tenía 128 años
me gustaba sentarme afuera, sobre una vieja caja de leche, 
y miraba el mundo desde el pórtico cruzando la calle, 
y los radios de transistores, y el concreto caliente,
y cada Halloween colgaban un millón de esqueletos de goma 
por toda la calle novena...

Cada Halloween colgaban un millón de esqueletos de goma
por toda la calle novena.

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