Al árbol no le importa lo que el pequeño pájaro canta;
caemos con el rocío a la luz de la mañana.
El árbol no sabe lo que el pequeño pájaro canta;
caemos con el rocío en la mañana.
Y respiramos, pues no hay nada que perdonar.
Respiramos, no hay nada que perdonar... otra vez.
Los árboles seguirán de pie como manos al rezar;
caemos con el rocío a la luz de la mañana.
Los árboles de pie como manos al rezar;
caemos con el rocío en la mañana.
Y respiramos, pues no hay nada que perdonar.
Respiramos, no hay nada que perdonar... otra vez.
Los árboles se quemarán con manos ennegrecidas;
regresamos con la luz de la noche.
Los árboles se quemarán con manos ennegrecidas:
sin lugar para asentarse o descansar.
Sabemos quién eres,
sabemos dónde vives,
y sabemos que no hay necesidad de perdonar... otra vez.
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