He visto tu rostro
en cada sitio al que iré.
Leo tus palabras
como cuervos hambrientos
leen cada siembra.
Me levanto y caigo,
giro y llamo,
mi nombre es Carnaval.
Triste música nocturna
canta un grito coral de luz.
Voces que tal vez percibas
aparecen y desaparecen en el bosque.
Bajo y alto lanzo la pelota,
y mi nombre es Carnaval.
Cadenas de lágrimas amarillas
gotean de alambrados temores en el prado.
Sus blancos halos giran
con una delgada rabia
que se torna en tristeza.
Rey de todos, oigan mi llamado,
escuchen mi nombre: Carnaval.
No hay aquí otra ley
que la colgante garra vacía
del centavo para la sala de juegos.
La risueña sonrisa pintada
y el cambio de estilo no se envidian.
Y el pequeño puede robar la pelota,
para tocar la cara de Carnaval.
La mujer gorda frunce el ceño
ante los asustados y gritones payasos
que quedaron encantados en movimiento.
La sombra miente y espera afuera
de tus puertas de hierro,
con un deseo concedido.
Los colores caen,
lanza la pelota,
juega el juego del Carnaval.
Sin pensar en el tamaño,
vienes a hipnotizar el peligro.
El mundo que se desmorona
no tiene un corazón
cuando la vida es extraña.
Un giro y un llamado,
atrapados entre garras
todos los sueños,
en el nombre de Carnaval.
Atrapados entre garras
todos los sueños,
en mi nombre: Carnaval.
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