Tu mano está en su brazo;
el pajar con su encanto
lo cubre hasta el cuello.
Jodido y delgado,
llama por teléfono a un amigo;
quiere cobrarle un cheque;
actúa como un idiota,
justo como lo esperabas.
Una aguja en el pajar.
Se pone tu ropa,
reacciona a tu presencia
agachando la cabeza.
Le dices que sabes lo que hizo,
aunque en realidad,
pobre güey, no tienes ni idea.
A veces ellos se quedan viendo
con la mirada fija,
pero tú intentas traerlo de vuelta.
Una aguja en el pajar.
Ahora, en el autobús,
casi tocando este sucio retiro.
Me bajo en Powell y la Sexta Avenida,
con un sudor muerto entre los dientes.
Voy a caminar otras cuatro cuadras
además de la que llevo en mi mente.
Bajo las escaleras,
busco a mi proveedor,
él hará que todo sea mejor.
No puedo ser yo mismo.
No puedo ser yo mismo.
Y no quiero hablar ahora.
Estoy tomando mi cura
para poder estar tranquilo
en el momento que yo quiera.
Así que déjame solo:
deberías estar orgulloso
de que tenga tan buenas marcas.
Una aguja en el pajar.
lunes, 20 de octubre de 2014
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