No pude decirle
que no me quedaba nada,
tan sólo sus dientes
de leche de perlas
y la respiración
de esa chica.
Las sedas y terciopelos
se han arruinado.
Pronto también se marcharon.
Con un dulce beso,
dejamos de existir.
Más fuerte que la lluvia
que robamos desde arriba,
la llevamos todavía más abajo,
presionamos y empujamos.
"Todo el dinero se ha ido",
ella me dijo.
Se ha ido de la casa,
se ha ido de la cama.
Todo el dinero se ha ido.
Le quedé a deber
un beso y una patada,
el agujero del cero
y marcas de cuchillas de afeitar.
Por medio de la autohipnosis,
dejamos de existir.
Ella alzó sus párpados.
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