Aquellos rústicos presidentes municipales
eran en relidad agentes inmobiliarios.
Y todas las ganancias que obtuvieron
fueron como un hermoso despertar.
Ellos construyeron la belleza por sí mismos,
tonelada tras tonelada.
Y ahí es adonde yo fui,
con pánico o por diversión.
Creí que alguien me llamaba,
pero aún así seguí marcando.
Me senté junto al enorme charco,
como el molesto guardián de un santuario.
Entonces subí para ver desde la torre
toda la majestuosidad de un callejón sin salida.
Fue un viaje muy largo y se llevó mi energía.
Caminé a través del campo de batalla,
bajo un sol mugroso.
miércoles, 30 de marzo de 2016
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