Una vez soñé que bailaba
con Isadora Duncan
en una cafetería plateada,
en un lugar muy lejos de aquí.
Ella planeaba diversificarse,
y me pedía que yo hiciera lo mismo.
Así que con silbidos
le dije cuánto la amaba.
Y ella cantó: "No puedo creer
que te pongas en esa actitud".
Entre movimientos de ballet,
la despojé de sus zapatos.
Pinté mis labios con los suyos
y todavía ella siguió cantando:
"No puedo creer
que te pongas en esa actitud".
Ella necesitaba su siesta de belleza,
pero yo no quería sonar de esa forma;
su mente estaba ocupada...
Su café cargado estaba para entonces
congelado como la nieve.
Y ella cantó: "Mi sonrisa es más
que perlas de nácar;
mis sueños son más
de lo que tú eres".
Y ella cantó: "Mis ojos amarillos
son más que espejos;
mi bufanda es más
que parte de un vestuario".
Cerró entonces su libro
de la Editorial New Directions
y lloró: "¡No existe un refugio en las Artes!".
Estuvo llorando todo el día,
pero ahora sus ojos
eran más brillantes que la luna.
martes, 5 de julio de 2016
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