Mi papá era tímido, vivía en Cheyenne,
enrojecía como no he visto a hombre alguno.
Su piel era gruesa como ladrillo, era un tipo duro;
con nadie podía entablar una conversación...
Y de ahí debí haberlo sacado yo.
Mi tío trabajaba con plutonio en una mina;
su labor consistía en prender dinamita.
Una vez se acercó tanto a una explosión
que perdió cualquier tipo de sensación...
Y de ahí debí haberlo sacado yo.
Mi mamá medía tres metros altura
y no le tenía miedo a nada.
Cada vez que rezaba,
juraba sobre una pistola y una tumba...
Y de ahí debí haberlo sacado yo.
Mi bisabuelo enloqueció.
Estaba totalmente pirado,
llevaba el mismo traje todos los días.
Una vez le pregunté qué se sentía
ser un fenómeno de ese tipo,
y él me respondió:
"Bueno, dímelo tú, hijo"...
Y de ahí debí haberlo sacado yo.
Las pequeñas manos de papá
descansaban encima de su regazo,
como un par de cangrejos
que cayeron en su trampa,
y cuando me estrechó la mano
parecía estar muy lejos,
como si fuera una mancha de sol...
Y de ahí debí haberlo sacado yo.
miércoles, 17 de diciembre de 2014
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