La bestia que hay en mí
está enjaulada entre frágiles rejas,
Inquieta por las mañanas,
de noche ataca y ruge a las estrellas.
Dios ayude a la bestia que hay en mí.
La bestia que hay en mí
ha tenido que aprender a vivir con dolor
y a refugiarse de la tormenta.
Pero en un abrir y cerrar de ojos
tengo que volver a someterla.
Dios ayude a la bestia que hay en mí.
A veces intenta burlarme,
hacerme creer que es un osito de peluche;
incluso ha logrado desvanecerse en el aire;
y es ahí cuando tengo que estar atento
a la bestia que hay en mí y todos conocen.
La han visto en las calles,
caminando con mis ropas,
evidentemente confundida.
Ya sea Nueva York o Año Nuevo,
Dios ayude a la bestia que hay en mí.
La bestia que hay en mí.
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