Le pedí a mi padre:
"Padre, cambia mi nombre;
el que uso ahora está cubierto
con vergüenza, suciedad,
cobardía y miedo".
Él me dijo: "Te encerré en tu cuerpo,
tómalo como una especie de prueba.
Puedes usarlo como un arma...
o para hacer reír a una mujer".
"Entonces -le grité-
déjame empezar de nuevo...
Quiero esta vez un rostro justo,
quiero un espíritu calmado".
Me dijo: "Yo nunca te abandoné,
yo nunca me hice a un lado.
Fuiste tú quien construyó tu valor,
fuiste tú quien mi rostro cubrió".
"Y ojalá el espíritu de esta canción
se eleve puro y en libertad.
Ojalá que sea como un escudo,
un escudo contra el enemigo..."
Sí... Y tú, mi amante, regresa conmigo.
martes, 10 de marzo de 2015
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