Te mudaste a mi hotel.
Pudiste hacer algo mejor,
pero bueno...
Intervine tus llamadas,
leí tu correo,
dividimos la renta,
pero no pudiste pagar la fianza.
Nunca escuchaste
ninguna de las fábulas,
tan sólo bailaste con la sinfonía,
con el sonido musical
de tu mar cada vez más amplio.
Y ahora, con tu pelo blanco,
vives en tu carro
y manejas toda la noche.
Piensas en J.D.
y en por qué se tuvo que ir;
arrodillado en algún búnker,
limpiándose la nariz
con la manga.
Espero que no te importe
si tomo tu vida privada,
la arrojo sobre la mesa
y la divido con un cuchillo.
lunes, 23 de marzo de 2015
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