Me crié en el bosque,
en una casa de cartón alquitranado.
Llevaba mi almuerzo al molino
en un viejo pañuelo a cuadros.
El capataz me dijo:
"Trabaja tan duro como puedas;
si el trabajo no te mata, serás un hombre aserradero".
Catorce hijos vivían en aquella casa;
duros como la roca, macizos como el hueso.
Nací una mañana con una hacha en la mano.
"Míralo 'apa -dijeron-, será un hombre aserradero".
El molino se había reducido,
el aserrador estaba enfermo.
Todos los obreros habían muerto
cerca del antiguo arroyo.
Desde entonces yo hago diez lotes,
cada uno de ellos los cargo con las manos.
Gracias a ellos, soy ahora un hombre aserradero.
Fui al banco
y el cajero estaba apenado:
"Si buscas tu dinero, ya no lo tenemos".
Hay dos cosas que no comprendo:
una mujer infiel y un hombre aserradero.
Pero hay muchas mujeres
que necesitan un buen hombre
para tomar su mano y mantenerlas calientes...
El puente se baña al pie de la colina.
Si el diablo no me atrapa,
entonces lo hará el hombre aserradero.
sábado, 28 de marzo de 2015
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